26.715 Pingüinos

¿Qué es lo que empuja a treinta mil personas a alejarse por unas horas del abrigo de sus casas con calefacción colchón y agua caliente, para reunirse en un inmundo pinar de la estepa castellana?, muchas veces me lo he preguntado mientras preparo el petate para ir a Pingüinos, cada año, el primer fin de semana después de reyes.

No puede ser una excusa para dar una vuelta en moto, por varias razones, la primera es que la conducción hasta Valladolid es de lo más aburrida y monótona, incluso aunque intentes evitar las autovías, cosa casi imposible. El frío hace que te pertreches de tal manera que vas sobre la moto igual que robocop, las manos son como pinzas que solo abren y cierran, sin tacto ninguno para embrague, gas ni freno, el cuello no gira ni diez grados, lo justo para ver de vez en cuando por los retrovisores un poco mas allá de tus propios codos. La verdad, hay mejores días para buscar esa excusa.

¿El ambiente?, bueno, también es discutible, imaginándose entre tal cantidad de gente, gran mayoría de tíos, todos vestidos de negro, sucios de barro, oliendo a hoguera y con tres o cuatro cachis de ron sobre el nivel del mar.

¿Las excursiones, exhibiciones y actividades programadas?, creo que si se las ahorraran, no se enteraría nadie. Como el tonto ese del sombrero de Indiana Jones que hace de speaker en el escenario desde hace ya nosecuantos años, que no se cansa el tío de que lo insulten, no.

El caso es que volvemos siempre que podemos, y mi teoría no demostrable es que nos lo tomamos como un reto y a la vez un tributo a pagar por todo lo que la moto nos da, esa efímera sensación de libertad que implica sobrevolar carreteras desiertas usando los cinco sentidos para reconocer los lugares al paso. El viaje en su estado mas puro y la percepción de control sobre una máquina brutal, salvaje para los no iniciados, pero en realidad bella, noble, y consecuente con el trato que le damos.

¿Alguien tiene otra teoría? ¡Nos vemos en Pingüinos 2013!